jueves, 9 de octubre de 2014

Educación emocional ¿real?

(fuente: blog.chupetitos.com)

Al enterarnos de que en la Comunidad de Canarias se comenzaría a impartir la asignatura de Educación Emocional nos sentimos impactados por tan atrevido gesto de modernidad, asombrados de que un tema tan etéreo fuera llevado a las aulas y contentos al ver que se habían tomado en cuenta muchas de las voces que requerían la enseñanza de la inteligencia emocional dentro de las aulas como motor de cambio de la sociedad.

Personal y profesionalmente soy de las que cree que si no vemos a la persona que tenemos delante, si no somos capaces de entender que el alumno es algo más que ese chico que se sienta en la silla y copia los enunciados de los ejercicios poco podremos sacar de él. La implicación emocional en las aulas debe ser real para que, tras esa conexión, consigamos que el alumno sea consciente de todo su potencial, de todas sus capacidades y habilidades, comience a valorarse con sus fortalezas y debilidades. Elementos intrínsecos para ser una persona equilibrada, con buena autoestima, consciente de lo que le rodea y queriendo formar parte de ello.

La teoría está recogida en cientos de libros que podemos encontrar en bibliografías recomendadas, los contenidos los encontramos en el currículo pero... me surge una pregunta: ¿puede cualquier persona impartir esta materia?

Creo que la respuesta en un simple NO. Cualquier docente no puede impartir esta asignatura sin creer en ella, sin ver la importancia que tiene, sin estar convencido de la necesidad de explicitar un alfabetización emocional para conseguir nuestra meta: educar a niños equilibrados.

Partimos de la base de que si no se cree, no se entiende y no hay intención de aceptar el concepto de educación emocional y por extensión, su presencia en el ámbito educativo estamos ante un docente que no conseguirá nada de su alumnado, no obtendrá resultados y eso solo servirá para confirmar sus pensamientos y teoría, de que eso de la educación emocional es una tontería.

Los alumnos nunca se abrirán ante un profesor así, los niños huelen a las personas que viven bajo el lema "haz lo que digo y no lo que hago" y no les gusta nada. No serán participativos, darán la "vara", molestarán, incordiarán, harán de la sesión una pesadilla y solo exigirán que se les apruebe por la cara, porque es otra asignatura vacía.

De ahí la importancia de saber seleccionar bien al docente. Porque, aunque no sea un experto, si cree en la utilidad, si confía en su beneficio, si apuesta por ella, se le notará. Dará lo mejor de sí mismo en cada sesión, se formará, se especializará si es necesario porque entiende que esta asignatura ayudará a esos enanos a lo largo de su vida, para siempre. Entiende que será el responsable de potenciar unas habilidades que les harán ser más flexibles, más comprensivos, más empáticos, más respetuosos y por extensión en mejores personas. Y eso es una gran responsabilidad.

Creo que estamos ante un momento crucial en el campo de la educación y si lo hacemos bien, puede que hayamos encontrado ese elemento que nos faltaba para completar el concepto de educación, esa que se escribe con letras mayúsculas.



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