jueves, 6 de junio de 2013

Autocrítica o evaluación docente

(fuente: ayecertificaciones.com)

Con el paso de los años estoy del lado de aquellos que piensan que una evaluación de la practica docente se va haciendo necesaria en los centro educativos. Sí, no se lleven las manos a la cabeza, no es para tanto. Estoy con aquellos que apuestan porque se analice lo realizado, se valore los aspectos positivos y se señalen los negativos, pues solo así podremos mejorar y alcanzar esa excelencia educativa que tanto se nos escapa de las manos.

Pasar por una evaluación no debería ser ninguna experiencia traumática si la entendemos como un medio de autocrítica, un momento de ser sinceros y explicar, razonando, todo lo realizado para atender las necesidades educativas de un grupo o alumno a una entidad externa y desligada de cualquier relación convenida y/o conveniente dentro de este sistema educativo nuestro. Dejar por escrito lo que hay que hacer, llevar a la práctica lo acordado en el papel, y ver los resultados en el día a día.

Entiendo que se pueda tener reticencias si se usa para criticar en negativo, para añadir más presión a los docentes, si se usa como herramienta para justificar la presencia y/o ausencia de puestos de trabajos, o como medio de sanción. Yo tampoco querría uno de esos. Pero entiendo que es la única vía de conseguir un cambio, de realizar una evolución.

Parece ser que solo por medio de la obligación el cuerpo docente actual es capaz de alejarse de su zona de confort, de creerse capaz de dar un paso más allá. Muchos dirán que toda las dificultades están relacionadas con aspectos externos al centro, situaciones socio-económicas y familiares, poco apoyo desde las propias instituciones, carencias en el entorno, etc... lo sé, lo sé. Pero la parte que nos toca debe estar encaminada hacia el éxito.

Roma no se hizo en un día y alcanzar un buen cuerpo profesional tampoco pero puede lograrse. Con trabajo, implicación, ganas y entusiasmo. Vamos, lo mismo que le repetimos a nuestros alumnos hasta la saciedad. Lo mismo que decimos por su bien. Insistiendo que solo de esa manera nos podemos sentir orgullosos de lo que hacemos.

¿Será entonces momento de aplicarnos el cuento?

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