Observé que en el aula habían diversos, aunque escasos, libros de lectura a los que veían cada día y no les hacían caso. Puesta a pensar pues pensé... vamos a fomentar la lectura desde el propio aula. Y para los que me conocen fue como tocarme la fibra sensible.
Tras diversas dinámicas realizadas en el aula con cuentos clásicos traídos de la biblioteca, les propuse hacer un mural con las opiniones que tenemos de un libro después de leerlo, claro está. Y... bingo.
Comenzamos a dinamizar nuestra propia biblioteca, incluso aportando nuevos libros que traían los niñ@s con el permiso de sus padres (claro está). Niñ@s que apenas leían los enunciados de los ejercicios hacen cola para llevarse el libro que ha recomendado su compañero de mesa.
No solo sacan libros de la biblioteca del aula sino que, tras presentarles a la biblioteca del centro, dejar de disfrutar cinco minutos de su recreo para mirar, buscar y decidir que libro se llevan de ésta.
En especial, sino podemos aplicar un sistema de préstamos, sí podemos montar un rincón de lecturas y dedicar una sesión a la semana a descubrir el gusto por la lectura... se sorprenderían.
Una recomendación final: no obligar a leer, no juzgar al niñ@ por coger el cuento más fácil, poner a su disposición cosas variadas y si puede ser... divertidas.
¿te parece una idea alocada?
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